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La teoría del “pequeño empujón”

Que en la economía influyen diversos factores, no solo los racionales, es una de las teorías que varios expertos han defendido e investigado en los últimos años. Tanto es así que, en el 2017, el Premio Nobel de Economía recayó en el norteamericano Richard  H. Thaler, especialista en economía conductual y creador de la “teoría del pequeño empujón”, que básicamente lo que defiende es que detrás de cada toma de decisión de carácter económico hay variables psicológicas que priman más que las racionales.

En este caso, el término empujón (en inglés nudge) se entiende como esa “ayuda” que recibimos para actuar, es decir, esos mecanismos psicológicos que utilizamos para tomar decisiones, que contrastan claramente con la creencia de que siempre actuamos de forma racional.

Precisamente, uno de las variables principales que influyen en la toma de decisiones económicas de empresas y particulares es la confianza en las instituciones, de las que esperamos imparcialidad, equidad y, sobre todo, eficiencia. Ahora bien, esta confianza puede verse alterada por diversos factores, entre los que se encuentran los mensajes de incertidumbre. Se trataría, por decirlo de alguna manera, del “empujón” pero en sentido inverso.  

Pero, ¿hasta qué punto influye esa confianza en la economía? Podemos tomar como ejemplo el estudio del economista Steve Knack, que  demostró que la diferencia en la renta por habitante entre Somalia y Estados Unidos se debe al enorme contraste en su confianza institucional, que es la motivación o, podríamos decir, el “empujón” para generar iniciativas y atraer inversiones.

Y es que es tanta la influencia de la psicología en la economía, que algunos gobiernos y líderes políticos como David Cameron o Barack Obama crearon en sus gobiernos departamentos “del empujón” con el fin de mejorar las políticas públicas en cuanto a la forma en que se presentaban a los ciudadanos.

Por lo tanto, es indispensable que desde los poderes públicos se trabaje con responsabilidad y cautela y se evite lanzar mensajes negativos, inconcretos y confusos precisamente para no provocar momentos de incertidumbre que afecten a la economía.

En este sentido, tenemos ejemplos recientes en la política de nuestro país, como fueron las declaraciones de la Ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, cuando afirmó públicamente que “el diésel tiene los días contados” y que hizo saltar las alarmas de consumidores y fabricantes.

También lo hemos vivido aquí en Navarra con los anuncios reiterados de responsables políticos del cuatripartito sobre posibles aumentos impositivos que, sin demasiada información, concreción o detalle, están llevando ya a algunas empresas a paralizar sus inversiones a la espera de conocer cuál será efectivamente el próximo marco fiscal. En un año en el que se prevé que nuestra economía crezca, pero a menor ritmo, es muy importante mantener e incrementar el ritmo de inversión de nuestras empresas.  Aunque la reforma fiscal no afecte a todas por igual, el mero hecho de anunciar una subida impositiva puede llevar a muchas empresas a creer que, efectivamente, así será, y por tanto, a frenar o aplazar posibles decisiones de inversión, lo cual no es positivo. 

Cuando la incertidumbre es elevada, la confianza se ve afectada negativamente y esto influye en las decisiones que toman las empresas y las personas. En este sentido, es muy importante que los gobiernos generen un clima de confianza y estabilidad evitando, por tanto, mensajes que puedan generar desconfianza.

Es por esto que los políticos y personalidades relevantes tienen el deber de actuar con responsabilidad y prudencia para no provocar un empujón “a la inversa”, es decir, influir negativamente en la percepción de los agentes económicos y, en consecuencia, frenar las inversiones y el consumo. Al contrario: facilitemos ese “empujón” en positivo aprovechando nuestras fortalezas y oportunidades que, como ha quedado sobradamente demostrado a lo largo de los años, en Navarra son muchas.